sábado, 19 de marzo de 2011

Domingo 6 de febrero. El atracón en Hunucmá

Llegada de la virgen a la iglesia de Hunucmá
Luego del interludio con "El General", sigo de vuelta con las historias de la ruta. Me pareció que el domingo se apresuró en llegar y ya a las 9 am se estaba preparando este cuerpo decadente para partir a conocer un peculiar pueblito con un nombre aún más curioso: Hunucmá, que dicen los entendidos en el asunto que significa água de ciénaga. Partí con unos amigos a ser testigo de una celebración anual que le hacen a una virgen que traen los creyentes a pie en un altarcito o virgen móvil caminando unos 12 km. Al principio no me atraía mucho la idea de ir a ver una procesión, sin embargo, mi ánimo cambió cuando me dijeron que dos de mis grandes afectos estarían allá: grandes cavas llenas de cerveza al lado de la iglesia e inmumerables subproductos de maíz fritos y tortillas que arropaban toda cantidad de guisos.

Lanzamiento de papelillos

Después de hacer una visita familiar, puse mis pies grandes en dirección plaza del pueblo a ver la gente, y lo más esencial de todo, a jartar. Di el tour por los diferentes puesticos y un amigo me asesoró en la elección de las fritangas, primero empanaditas de cazón, luego taquitos de venado, una pausa para un poquito de majarete, ya olvidé cómo lo llaman aquí, y una torta (sánguche en criollo) de cochinita pibil. La cochinita pibil no es un nuevo apodo que me pusieron aquí, no. Es de hecho un lechoncito que cocinan en hojas de plátano y/o cambur y lo adoban con cebolla, tomate, especies, naranja agria y lo más importante: una pasta de onoto, luego lo cocinan hasta que queda tan suavecito que se deshace en la boca. Me da vergüenza contar delante de aquellos que puedan ser susceptibles porque los cochinitos sean alimento. Créanme que yo los veo y me parecen tan lindos, pero no tengo la culpa de que sean tan ricos.

Cochinita pibil
Minutos más tarde y con la barriga llena y con el corazón a punto de hacerle un bypass, se comenzó a mover la gente para ver llegar a la virgen. La procesión le dio la vuelta a toda la plaza antes de entrar a la iglesia. Ahí venía ella en su virgen móvil cubierto de flores, sonriente, dejando ver que se había salido con la suya, con aquello de que salió embarazada y nadie fue, sino el espíritu santo. La gente se aglomeró en la entrada de la iglesia a recibirla y desde arriba lanzaron papelillos multicolores y los morteros sonaban en su honor. Las señoras ataviadas con huipiles hablaban con efusión de los ajuares de la virgen, todos los demás tomaban muchas fotografías y por ahí ya a las 10:30 am había uno que otro señor bien tropical (léase: ebrio), estos últimos me hicieron sentir orgullosa de nuestra raza.

Señora vestida con huipil acompañada por su hombre

Señoras vendiendo fruta fresca
Terminada la entrada de la virgen que venía de Tétiz (me da risa el nombre todavía), me retiré de la iglesia y decidí montarme con el Demecio en el gusanito en la feria que estaba en plena plena plaza del pueblo. Decidí que mi día debía tener un toque aventurero, extremo por decirlo de otra manera. Me metí como envasada al vacío en el carrito y después se subió el Demecio. El operador cerró la barrita de seguridad con mucha dificultad y nos echó a rodar. Segundos más tarde la barra de seguridad se disparó y entró el pánico. Demecio pensó que íbamos a morir, yo pensé que nuestra ropa interior ya no sería la misma después de ese día. Afortunadamente, ninguna de las dos posibilidades se realizó, con la habilidad de Mc. Gyver puse la barra en su lugar y terminamos el paseo y unas dos horas más tarde ya de vuelta en casa, tuve unos kilos demás encima y un buen momento para recordar en el futuro.

2 comentarios:

  1. jajajaj ese gusanito siempre se las trae!!!

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  2. Estimada mana al pensar en el sabor de los cochinitos recuerdo a Fabiola.

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