domingo, 27 de marzo de 2011

Preludio del viaje a Progreso y viaje a Progreso

Luego de pasar la primera semana en Mérida, Yucatán, de haber gastado mis días básicamente en viajes a la universidad por exámenes de admisión y paseos por las oficinas de migración para evitar ser deportada a Sudacalandia, llegó un fin de semana sin pena ni gloria pero con uno que otro cuento digno de mencionar. Un domingo por la noche aparecieron un par de viejos amigos por nuestra morada y se unieron a la celebración unos cuantos señores de esos que se sientan tranquilitos en la mesa durante la cena con las piernas cruzadas y pelan los ojos cada vez que alguien dice coño o culo. Casi hice que sus globos oculares se salieran de sus órbitas, así nada más, por sentirme sexy. Nos sentamos todos en la mesa, éramos unos 8 ó 9 y la única mujer (al menos biológica) era yo. Paso seguido, comenzaron a rodar las botellitas de vino tinto que se evaporaban más rápido que presupuesto de alcaldía venezolana, ya que éramos unos cuantos empinando el codo. Salieron a comprar nachos y me dije que no los comería porque era muy tarde en la noche y sería demasiada grasa para mi hígado; 15 minutos más tarde ya había devorado hasta el container de poliuretano donde los trajeron.
A golpe de 10 pm se comenzó a sentir el aire tropical auspiciado por el Shyraz ya extinto, de inmediato un par de mis amigos de los más aficionados a los líquidos fermentados se escabulleron de la casa con la esperanza de poder comprar más nectar de dioses, solo para regresar más tristes que arbolito de navidad de rancho cuando supieron que los domingos vendían alcohol solo hasta las 5 pm. La sequía nos obligó a decirnos adiós y a arreglar la salida para el lunes siguiente cuando visitaríamos el Puerto de Progreso, a unos 15 minutos de Mérida.
Me fui a la cama feliz pensando en el viaje del lunes y en regresar a ese pueblito al frente de la playa que conocí hace casi 4 años, lleno de familias tomando el sol, siendo acosadas por sudacas en su continua venta de artesanías resguardados por el enorme muelle del puerto de altura. Pasaron por casa y partimos todos, yo iba pensando solo en los carritos de marquesitas y en cuántas me iba a comer. Salivaba con el recuerdo de ese tipo de pirulín gigante relleno de queso Gouda derretido por el calor de la crêpe crocante recién hecha. Los demás pensaban en cervezas y una vez encontramos un lugar donde estacionar el carro, partimos en su búsqueda. De allí nos fuimos al malecón con el six pack en mano a sentarnos a chismear y a ver qué había de bueno en la playa. Experimenté una extraña sensación ese día por primera vez en mi vida, tomé una cerveza y ya no pude tomar la otra, había dos opciones: o estaba comenzando a ser adulta de verdad o mi hígado comenzaba a colapsar. Caminamos por la arena, hicimos una actualización de la base de datos de chismes y al acabarse la cerveza, partimos en búsqueda de una recarga.

Puerto Progreso
Cruzamos del otro lado del malecón y me encontré con una escena muy tierna, una niña acariciaba a un perro de la raza encantadora, debe llamarse así porque me encantó, y procedí a sacar mi cámara digital de alta tecnología y tomé las únicas fotos de ese día (la foto de arriba me la robé de internet). Por cierto que cada vez que la gente ve mi cámara me pregunta cuándo voy a revelar las fotos. No entienden que tiene look retro pero es digital. De inmediato se acercó uno de mis amigos a pelear. Cómo era posible que yo tenía cámara y que no les había tomado fotos a ellos pero sí a la chingada perra. Le respondí de manera muy cortés y le expliqué que solo fotografiaba a perras biológicas y no a otro tipo de perras.

Una imagen que vale la pena tener
Después de unas cuantas risas y con el aire de salitre de la playa impregnado en la piel, con una marquesita y una cerveza dentro de mí, decidimos volver a eso de las 5 pm a casa. Los dos sudacas (Demecio y yo) nos quedamos en nuestro hogar y el otro par de amigos regresaron a su vida en Cancún, felices de la vida de habernos visto de nuevo y con ganas de reencontrarnos de nuevo por estas zonas de la península de Yucatán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario