domingo, 13 de marzo de 2011

Desde el comienzo

Dicen por ahí que lo prometido es deuda y como no quiero seguir de morosa, hoy comienzo a recapitular lo que ha pasado desde que me fui de una Mérida en Venezuela a la otra en México. Sé que el alcohol habrá borrado muchos pedazos de las historias pero me ayuda a editar de una vez.
Desde que me subí al autobús de Flamingo con su típico aroma de ambientador de fresa combinado con flatulencias, sabía que el viaje sería difícil. Me tranquilizaba la idea de llegar a un magnífico hotel, dejar las maletas y almorzar en cualquier restaurante nouvelle cuisine en Las Mercedes. Lo que sucedió pero en versiones súper endógenas. Terminé en un hotel en la distinguida Sabana Grande, en el famoso callejón de la puñalada, con tan tierno nombre, me imaginé que mis Pequeños Ponies y los Ositos Cariñosos hacían piyamadas de noche allí. Luego de cargar las maletas por las escaleras porque el ascensor estaba averido, llegué a la suite. Aquello era un espectáculo, con servicio a la habitación prestado por cucarachas amaestradas, sublime. Debajo de la cama tenían una especie de alfombra con tejidos diversos creada por los residuos del tiempo, el colchón estaba apuñaleado por un resorte y cubierto de manchas de ADN de muchos individuos. En ese recinto dormí mis 4 primeras noches antes de tomar el avión y no fue tan malo en realidad. Ahora, el asunto de la comida me entristeció mucho, al llegar a Caracas me picaban las paticas por terminar en algún carrito de perros calientes devorando alguna sutil delicia con tres tipos de carne misteriosas, aguacate y huevo, sin embargo, a algún gracioso se le ocurrió asustarme con una alerta de cólera en Caracas y sugirió que los perrocalenteros no eran muy higiénicos, qué falacia. Así que las comidas se redujeron a comida árabe dudosa y productos de panadería.
Luego de una aventura para sacar una visa y el viacrucis de los dólares en efectivo de Cadivi, partí el lunes 31 de enero a Maiquetía. Iba más asustada que la primera vez que me monté en el gusanito, pero ya tranquila de saber que llegaría pronto a mi destino. Ya en el aeropuerto tengo que confesar que hubo toque coqueto; como me dijo un sabio amigo: aprovecha cuando te toque cualquier mano ajena. Caminaba rumbo a la puerta de embarque cuando me detuvo una funcionaria, me dijo ¿te puedo revisar? pensé en la mano ajena y respondí: por supuesto. Pasó sus manos por mis piernas y nada (ojalá se haya dado cuenta de que había hecho mucho ejercicio) luego el torso y luego el pecho ¿qué tienes allí? Dinero, le respondí. Llevaba la más novedosa invención de mi madre: el sostén blindado. Una pieza con doble fondo para esconder divisas, ya la verán el las televentas o en el Palacio del Blumer, va a ser un éxito. Ambas nos reímos y me dijo: ¿puedes enseñármelas? Claro, pero en el fondo pensaba que al menos me debía brindar un cervecita o algo por esto y seguí en paz mi camino al avión. Toqueteada, cansada, asustada y ya diciéndole adiós a mi adorada tierra. El viaje fue como ir al bar, aproveché de tomar un par de destornilladores y dos copitas de vino tinto, el bar más caro que he visitado, por esos tragos tuve que pagar un pasajito de 4.000 bfs. Cuatro horas más tarde, sin grandes novedades ni apoteósico recibimiento, llegué a Cancún y desde allí comienza una nueva historia.

3 comentarios:

  1. JJIJIJIJI DEMAS INTERESANTE Y COMO SIEMPRE CHISTOSA NARRATIVA!!!! JEJEJE PUEDES PUBLICAR ALGUNOS DE NUESTROS DIBUJOS BOMBAS JAJAJAJA CON QUE NOS ATACABAMOS UNOS A OTROS JAJAJAJAJA

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  2. Jajajaja. Oye, estamos ansiosas de más "comentarios jocosos" con toques coquetos. Hace unos días un amigo dijo esta frase: "Violentamente sexy" jaja y me acordé de la tuya: "súper sexys, siéntanse sexys siempre". Monta fotos! Te queremos, Rafa :)

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  3. Mana me quedé pensando en el "sostén blindado" tal vez me robe la idea y me haga super requete millonaria sexy! Te quiero! Cibeles no es igual sin tí (sí, he ido sin tí, lo acepto, espero me perdones) haces falta!

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