sábado, 21 de mayo de 2011

Semana Santa y su hecatombe

Hace un mes había quedado en un paseo a unas ruinas. Hoy regreso más arruinada que nunca a intentar recordar lo que venía después. Definitivamente se borró una parte de la data y me voy a saltar de una vez al motivo de mi estado deplorable de miseria actual. Antes de la llegada de Semana Santa, había iniciado el proceso de deterioro hepático y moral que se esperaba me visitara por estos predios tarde o temprano. Era entonces 16 de abril y partí con una banda sudaca-mexicana a explorar bares vespertinos y luego nocturnos. Como todo comienzo, todos reíamos muy entretenidos por tonterías que ya nadie recuerda y cuando llegaron las 10 pm, decidimos partir a un lugar un poco más divertido. Decidieron que era muy buena idea ir a un lugar llamado Dubai, por allá donde el diablo dejó los calzones y creo que otras prendas más. El lugar era bastante peculiar, por decirlo de alguna manera. Cabinas cubiertas de terciopelo rojo con papel tapiz a rayas y luz casi inexistente, la perfecta realización de un burdel, por fin todos nos sentimos como en casa, demás está decirlo. Ni hablar de la selección musical y su falta de coordinación con el entorno, mientras todos estábamos acomodados sintiéndonos tropicalemente sexy en la cabina estilo cortesana parisina, al fondo sonaba el éxito reciente de Jordi "C'est dur dur d'être bébé" mientras uno de los nuestros corría por la pista con la camisa subida al pecho intentando mostrar su hilo dental color azul fluorescente. La verdad es que sí es duro ser bebé luego de ver semejante escena. Al acabar la noche, luego de un toque coqueto, regresé a casa solo para saber que en algún lugar había perdido la llave y tuve que esperar afuera hasta que la gente se despertara a eso de 6.30 am y me abrieran la puerta, me veía tan descansada que pienso en enviarle esos consejos de belleza y lozanía a la gente de Cosmopolitan.
Con mal pronóstico comenzó el domingo, destruida y con mil tareas por hacer decidí saltarme la cita con la almohada y cumplí con mis labores, al menos las domésticas como buena cachifa. Llegó la nueva semana entre clases en la universidad y el trabajo en la galería, la misma rutina hasta el jueves santo día en que comenzaría mi devoción para terminar las tareas acumuladas que nunca hice. El jueves algo hice, publiqué las últimas dos entradas en este blog y me sentí agotadísima por la carga intelectual, así que decidí entregarme a mi colchoncito por el resto de la tarde, súper exhausta, sin haber hecho ninguna de mis tareas universitarias. El viernes apareció un amigo venido de Cancún y por primera vez sonó mi teléfono, me asusté pues no sabía de dónde venía ese extraño ruido, fíjate me dije, ése es el sonido que hace cuando alguien llama, al fin soy popular. Me dijo: prepárate chula que nos vamos a una piscinada. Estuve muy reacia a ir porque debía trabajar en mis tareas, sin embargo, 15 minutos más tarde ya me había ido de la casa con el traje de baño puesto debajo de la ropa. Partimos a chapotear, a ingerir bebidas purificantes para el hígado y a saltar en un trampolín estando borrachines, la receta de la seguridad de la abuela. A eso de 11 pm dejamos el lugar para terminar la noche donde deberían terminar todas las piscinadas: el bar gay.
Es preciso que aclare que al principio tenía mis reservaciones de ir a ese lugar, recordé las muchas veces en las que mujeres no biológicas iracundas habían tirado de mi cabello por razones desconocidas. Les dije esto a mis amigos y ellos me dieron una muy buena razón para asistir: habría hombres haciendo bailes sensuales sin ropa al frente del público, me dicen que los llaman strippers, dije que iría porque era una experiencia que había que probar al menos una vez en la vida. Llegamos al lugar y efectivamente, allí estaban los hombres con quitándose su ropa con algo que parecía ser una especie de salchicha erguida que estaba debajo de su ombligo, me pareció curioso el baile y lo observé. Pensé que era una suerte de ritual de cortejo como esos que se ven en Animal Planet. Pasado el baile de cortejo, nos dispusimos a presenciar un show de comedia que hacen dos travestis muy conocidos en Mérida, Yucatán. Por supuesto que necesitaban material para hacer el show y no encontraron nadie más idóneo que yo para hacer el sketch, luego de que se metieran con mi cabello, mi ropita, mi capacidad intelectual y mi terruño, partí al baño para escapar del show por un momento y una de ellas me dijo: mi vida, no hay papel en el baño pero tranquila que la señora de la limpieza te seca el genital con la lengua. Súper clásico.  
Al final de esa noche regresé al barrio, me fui de arrocera a una fiesta con desconocidos a eso de las 4 am, presencié un Blackberry volador, yo sabía que esos teléfonos podían hacer de todo y me impresionó que ahora pudieran volar, me desilusionó mucho al final saber que no sabían aterrizar y lo vi morir al estrellarse contra el pavimento. Hubo una pequeña riña amistosa y ya a la luz del día, bien entrado el día a eso de 10 am volví a casa de nuevo acabada y por el piso. Otro día más sin dormir en menos de una semana e hicieron eco en mi cabeza las sabias palabras de mi madre: mija ¿usted nunca se va a cansar de tanto desnalgue? Respondí dentro de mí: parece que aún no mami, todavía no. Perdón.

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