domingo, 22 de mayo de 2011

Todavía sin dormir, la maravillosa visita a Sisal

Sin darme cuenta ya era sábado 23 de abril, status: desvelada, tareas hechas: 0. Llegué a casa a las 10 am, intenté dormir pero nada me dejó. Al mediodía finalmente me dije, hay que descansar y me fui a la cama. Paso seguido, suena de nuevo el extraño ruido del repicar de mi celular, era el mismo amigo de la piscinada quien me invitaba a conocer un pueblo con un puerto a unos 60 km de mi casa, tenía un nombre espectacular: Sisal. Le dije: mira mijo, yo no he dormido nada en unas 26 horas, dudo mucho que vaya con ustedes. Me respondió, sí claro, en unas dos horas te pasan buscando por tu casa. Pero es que yo.... Me cortó y me levanté de mi cama a tomar una ducha, parapetear mi cuerpo decadente y alistarme de nuevo para salir de casa. ¿Cómo podía decir que no? Luego de quedar rechinante de limpia, de pasarme un brillo de jabón y echarme Ajax en la axilas como Willie el de Los Simpson, fui a comprar un yogurt, los lactobacilos me curarían de mi trasnocho, mi decadencia y me dejarían regenerada para ir a Sisal.

Muelle de Sisal
Pasarían por mí a las 3 pm, llegaron las 3, luego las 4 y finalmente aparecieron casi a las 5 pm. Tenía yo miedo de que no llegáramos a tiempo para bañarnos aún en la playa. Nos apuramos, reunimos a todos lo que irían y partimos a Sisal. Yo iba en un carro con Valentina y sus padres. Valentina es una bebé de 2 años con los piececitos más hermosos del mundo, con más sentido de la moda que yo y ya no usa pañal, al contrario de mí que aún uso Pampers XXL. Iba yo hablando con Valentina y me olvidé de todo, el trasnocho, las tareas, los lactobacilos, etc. Finalmente llegamos a Sisal a las 6 pm, había aún sol y todos dejamos los peroles en la casa, exhibimos nuestras miserias y nos fuimos a la playa. Pasados unos minutos de estar en la arena, con el rosicler en toda su expresión, comenzaron a pasar bandadas de exóticos flamencos. Decidimos entrar todos al mar para verlos más de cerca; yo me puse acosté en el agua para ver el sol y el contraste del muelle con el cielo y las rosadas aves con plumas negras, el sueño de toda travesti para hacerse una boa espectacular. Pasaron miles, calculo que durante un lapso de 40 minutos, cuando creía que ya no vendrían más, aparecía otra bandada con su vuelo simétrico, todos ellos con sus cuellos largos y piernas esbeltas, es que cuando se es sexy... Agradecí en ese momento que no me hubiera vencido el cansancio, hasta ahora fue la escena natural más cautivante y tranquilizante que haya experimentado en mi vida.

Eran casi las 8 de la noche cuando nos llegó la noche en la playa. Volvimos a la casa en Sisal para enjuagarnos la sal e ir a devorar toda la comida que estuviera mal parada en la plaza del pueblo. Éramos un súper grupo, Valentina y sus padres, un psicólogo, un ingeniero, un abogado, un par de ejecutivos, un biólogo, un español y una sudaca pelabolas, moi. Luego de caminar por la plaza, donde habían instalado una especie de feria, caminamos por las calles aledañas y encontramos un lugar con quesadillas y tacos; no sé cuántos tacos me zampé pero fueron varios. Todos comíamos más que lima nueva y partimos al muelle del puerto, no sin antes pasar por un helado, yo comí una paleta de piña con picante, la verdad es que son deliciosas. De la heladería fuimos a ver a la gente relajada en la playa, a las 10/11 pm, jugando volley, prendiendo fogatas, sin preocuparse por el trabajo, ni porque los maridos les estén pegando los cachos, ni porque les vayan a cortar la luz. Un momento de verdadera tranquilidad.

De allí nos devolvimos a la placita del pueblo y decidimos tomar un turibús endógeno con techo descubierto y con muchas luces como anuncio del Times Square en Nueva York. El autobús le daba la vuelta al pueblo, veíamos desde lo alto las casitas cuadradas, la gente chismeando sentada en sus sillas de mimbre al frente de sus casas, los niños corriendo en la calle, los manglares en las lagunas de la costa donde dicen que hay cocodrilos. Yo estaba embelesada por el aroma de sal y lo fresco de la noche, al fondo había una música de Winsin y Yandel y por lo sublime del momento se puede decir que no me importó el sandungueo. La ocasión fluía tan maravillosamente que casi no notamos en un momento que había cables de electricidad que atravesaban la calle y casi nos quitan las cabezas; habiendo esquivado habilidosamente los cables, se escuchó exclamar al español: hombre tío, que jamás he visto cosa más naca en mi vida. Nadie le creyó y celebramos todos el hecho de que todas nuestras cabezas estuvieran intactas, felices de no haber recibido un electroencefalograma gratuito y regresamos de nuevo a la plaza de Sisal. Ya en la plaza, seguimos buscando qué comer, chucherías por aquí, heladitos por allá, chistes descarados, fotos de todos los chicos usando mi cabello, algunos de ellos terminaban como rockers de los 90 y otros como Cocker Spaniel, siempre sucede. Así terminó el día en Sisal, con una gran sonrisa, el trasnocho apremiando la llegada a la casa y por fin llegué bien temprano, a las 3.00 am tuve mi tan ansiada cita con mi colchón. El status seguía siendo el mismo del comienzo, desvelada, sin tareas listas pero con una sensación de ligereza y tranquilidad que no había tenido en los  2 meses previos a la visita a Sisal.

Con los panas en Sisal

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